jueves, 11 de marzo de 2010

La Expresión de mis Ojos


"La esencia es aquello que constituye la naturaleza de las cosas, lo permanente e invariable de ellas."


Definición de la Real Academia Española


Todo ser humano, simplemente por pertenecer a su especie, no solo es único e irrepetible, sino que posee una esencia que lo caracteriza y lo distingue del resto de los seres y las cosas. La esencia, tal como lo define la RAE, perdura por siempre en cada uno y es lo único que no puede cambiarse a lo largo del tiempo. No escribo este artículo con el objetivo de dar una clase de Antropología Filosófica ni nada por el estilo, sino para analizar y profundizar el gran significado de una de las obras cinematográficas argentinas más logradas de los últimos tiempos.
Fue desde el primer momento en que observé el avance por Internet que me convencí a mí mismo de verla cuanto antes. Después de idas y venidas finalmente terminé viéndola en formato DVD. Y repito continuamente el verbo “ver” porque es aquel que define al film y resume el proyecto del consagrado director Juan José Campanella en una única palabra: Visión.
Yo creo que El Secreto de sus Ojos es una película para sentirla y aprender de su moraleja. El hecho de no actuar de la forma en que uno desea en algún momento o dejar las cosas para más adelante es una carga que se siente, a veces de forma inconsciente, cuando uno crece a lo largo de la vida. Quizás yo no seré todavía el mas indicado para hablar de la vida con mis tan solo diecisiete años, pero las asignaturas pendientes y la frustración de no haber cumplido con aquellos pedidos de nuestro corazón en su momento, y no tengo dudas de esto, no es fácil de llevar cuando se produce a un nivel alto. Cuando nuestros más profundos deseos del corazón quedan detenidos, como si los dejáramos eternamente en pausa, no sólo se vive con la bronca y el arrepentimiento de lo que pudo haber sido, sino que la sensación de vacío interior y la angustia que ahoga se reflejan claramente en los ojos. Las miradas son las protagonistas en El Secreto de sus Ojos. Cada transmisión de sentimientos con la mirada es un personaje: el enojo, la obsesión, la tristeza, el miedo, la seguridad, la provocación, la felicidad, la preocupación, las ganas de expresar lo que uno sentía en su momento.Ya desde la escena que abre la película en la estación de ferrocarril, con los personajes de Soledad Villamil y Ricardo Darín, el director quiere transmitir que a pesar de la gran cantidad de gente que había en ese lugar, en ese momento, lo único que existía para ellos era el uno para el otro, la necesidad urgente de decirse cuánto se amaban, cuánto querían realmente dejar esa estación y acabar con esa mentira de tener que separarse y no reencontrarse quién sabía hasta cuando.
Definiría, entonces, a El Secreto de sus Ojos como una película que trata y resuelve situaciones caóticas y negativas en la que cualquier ser humano se podría ver envuelta: el rencor insaciable de Morales (Pablo Rago), la cobardía larga y silenciosa de Irene (Villamil) y Benjamín (Darín) mantenida por el miedo, quizás, o esa vergüenza tonta de no aceptar lo que sentían el uno por el otro, junto con la nostalgia acompañada de una gran impotencia, también por parte de este último. Se podría decir que todas fueron plasmadas en el film en a un nivel extremo, enseñando la degradación del alma de estos personajes que luego de veinticinco años de sostener estos dolores, inaguantables ya, vuelven al mismo punto en que cada uno dejó su historia pasada, pero no pisada.
Después de ver el film me interesé mucho por el nombre de la película en la lengua inglesa, intentando confirmar, a través de la traducción del pronombre personal, de quién era oficialmente el secreto que envolvía el título de la obra: The Secret in their Eyes (El Secreto en sus Ojos, literalmente). La acertada traducción aclara, entonces, que ese secreto que había detenido las vidas de cada uno de los personajes a través de los años se encontraba preso en los ojos, en las miradas, en cada situación en la que no se animaban a develar ese misterio que tenían guardado y tanto perturbaba sus vidas.
Es interesante la estética clásica lograda por el diseño de producción en la dirección artística, que encaja perfecto con la historia, la cual presenta tonos oscuros y fríos que se suavizan con el costado romántico y emocional, y a la que también se le agregan las inteligentes cuotas de humor encabezadas por Ricardo Darín, sorprendentemente, y Guillermo Francella. Además, Soledad Villamil también participa con respuestas tan bien acertadas que generan sonrisas a lo largo del film.
En cuanto a escenas, debo decir que la filmación y compaginación del encuentro con Isidoro Gómez (Javier Godino) en el estadio de fútbol es una de las mejores que vi en el cine argentino, sobretodo la toma inicial de la escena, en la cual se presenta la ambientación. Una escena que conmueve y en un momento llega a poner los pelos de punta es el encuentro final de Espósito (Darín) y Moráles (Rago) con la sorprendente intervención de Isidoro Gómez (Godino) sobre el final de la película. Cabe destacar los breves diálogos que mantiene el personaje de Darín con el inspector (José Luis Gioia) o los miembros del juzgado y principalmente los consejos de Sandoval (Francella), un hombre al que ni siquiera su esposa o sus compañeros de trabajo veían como alguien importante, pero que sin embargo, sus sabias palabras fueron la clave de la gran resolución.

El tipo puede cambiar de todo: de cara, de casa, de familia, de novia, de religión, de dios. Pero hay una cosa que no puede cambiar. No puede cambiar de pasión”.

Y este es el significado de la esencia, de que todos tenemos algo que nos identifica del resto, algo imposible de cambiar. Ya desde el comienzo de este artículo quise aclarar el significado de la esencia de las personas porque creo que es el tema central en la historia: la pasión obsesiva que cada uno lleva en sus raíces. En el caso de Ricardo Morales (Pablo Rago) es el amor desenfrenado que llega a sobrepasar la realidad y que detiene su vida. Para Benjamín Espósito (Darín) e Irene Menéndez Hastings (Villamil), la pasión amorosa que nunca se apagó a través de los años, o el fanatismo y la obsesión de Gómez (Godino) que lo convierten en un victimario. Por su esencia única y propia en cada uno, ningún personaje cambió sus pasiones después de veinticinco años, hasta que Espósito (Darín) entendió la circunstancia en la que se hallaba y aprendió de la historia con la que él mismo estuvo obsesionado tanto tiempo, juntando coraje finalmente para atreverse a empezar con Irene (Villamil) lo que sentían hacía mucho y daban por sabido, pero nunca se habían animado.
Las escenas en la que los personajes expresaban emociones fuertes o frases que tenían guardadas en su interior estaban caracterizadas siempre por primeros planos, demostrando perfectamente que en el cine no basta solo con la actuación oral y corporal, ya que los sentimientos que los actores expresan, en este caso a través de sus miradas, también son recibidos y entendidos del otro lado de la pantalla. Incluso en los momentos culminantes de la película predomina la comunicación visual, descifrando en los últimos segundos el secreto o, mejor dicho, la pregunta que encerraba los ojos repletos de pasión de Benjamín (Darín) y que estaba dirigida hacia Irene (Villamil), de la misma forma que la pregunta que encerraban los ojos de ella era dirigida hacia él. Y realmente esto explica que una mirada vale mucho más que mil palabras, y que el verdadero secreto del film siempre se encontró en los ojos de sus realizadores, en la visión de Juan José Campanella.




Ojos que expresan pasión: Irene, el personaje interpretado por Soledad Villamil.


Por Ricardo E. Bolzán.

10 de Marzo de 2010.